domingo, 11 de octubre de 2015

Páginas.

Me empeño en dejar pasar aquello que me remueve creyendo que en algún momento puede llegar a desaparecer.
Cuán equivocada estoy.
Solo dejo que las agujas corran en el reloj, que pasen los minutos a la velocidad que les permita la quinta marcha de mi corazón, y que el tiempo se alíe con mi cabeza intentando borrar lo que no creo posible.
Se me cansaron las ganas sin intentarnos.
Y te vuelvo a ver y un segundo basta para que una apisonadora se lleve por delante el edificio que había construido con aquellas ruinas.
Era frágil, tal vez confundí el cristal con cemento.
O tal vez confundí conceptos.
No se puede acabar un cuento si no comienza con ''érase una vez'', no se puede llegar al final sin un principio, no puede terminar sin un ''y comieron perdices'' — juntos.
Y ahora dime, ¿cómo paso la página si no encuentro el libro?
@amaurqui

jueves, 8 de octubre de 2015

Prometo ser tu comodín.

Alguien que esté ahí cuando ni el Sol tenga intención de iluminar la mañana, cuando haya luna nueva y el día esté sumido en la más absoluta oscuridad.
Alguien que comprenda que no somos perfectos, que la gran mayoría pretende recibir sin dar nada a cambio, pero que al menos se intenta querer bien.
Alguien que madure ideas junto a ti, que comprenda tus días malos, que entienda por lo que pasas con una simple mirada de socorro.
Alguien que te llame con la intención de que tu voz sean sus buenas noches. Cuyo abrazo sea refugio y su alma sea hogar.
Alguien que prometa ser comodín en tus malos ratos, con quien desahogarse sin miedo, en quien confiar al 100% sin que te lastime en cuanto te des la vuelta.
Alguien con quien empezar la restauración de todo tu yo en ruinas.
Alguien que comprenda, defienda y empatice con aquello de ''vive y deja vivir'', a lo que añado yo, sintiendo mucho y variado.
Alguien que no dude en estar, que tenga claro lo que quiere y por lo que lucha, aunque sin miedo a cambiar de planes.
Alguien así.

sábado, 3 de octubre de 2015

Microcuento #1

''Conseguí despertarme tras aquella horrible pesadilla. Mis ojos aún estaban lagrimosos y mi respiración entrecortada.
Bajé las escaleras despacio, sin hacer el mínimo ruido. Volví a oír esos gritos en la habitación que tanto pánico me daba.
Mi cabeza no dejaba de barajar posibilidades. Era sorprendente cómo mis miedos siempre traspasaban a la realidad.
- Necesito parar ésto. Me consume. - pensé.
- No puedes. Esos fantasmas siempre vivirán contigo - me contestó una voz. ''

Con este pequeño cuento que escribí en 4º de la ESO quiero hacer hincapié en que todas las personas tenemos miedos. Todos hemos vivido situaciones que nos han roto en mil pedazos y todos somos humanos, con la consiguiente opción de equivocarnos.
No somos perfectos, pero podemos aprender. Y perdonar. Y empatizar.
Son bonitas cualidades para hacer del día a día algo mejor. La intolerancia no lleva nunca a nada.
Pensadlo.